El problema real del fraude de la carne de caballo

A ver si por una vez intentamos no engañarnos y no dejar que nos engañen. De repente suena un escándalo alimentario y los gobiernos (a través de sus medios lacayos) intentan ponerle sordina.

La noticia es que en una gran cantidad de productos que se venden como carne de vaca aparece carne de caballo.

Apenas sabemos qué productos porque nuestros "transparentes" encargados de la sanidad no creen conveniente citar marcas.

Por otros medios sabemos que, al menos, afecta a productos propiedad de Nestlé (Butoni), Servocar (La Cocinera), Picard, Carrefour, Systeme U, Tesco, Iceland, Lidl, Eroski, Alipende,  Ikea (sus famosas albóndigas), Findus... aunque posiblemente esta sea solo la punta del Iceberg. [Las marcas de la carne de caballo]

Pero está claro que estamos ante un fraude de proporciones mundiales. [Sudáfrica: hallan especies no declaradas en productos de carne]

Siguiendo con el paripé de las autoridades sanitarias intentando no perjudicar a las grandes empresas a costa de ocultar información a la ciudadanía resulta que la consigna es hablar continuamente de "trazas de carne de caballo" o que "se ha detectado ADN de carne de caballo".

Una burda maniobra que solo pretende hacer creer que la carne de caballo aparece en cantidades "microscópicas" cuando la realidad apunta a que las cosas son de otra manera.  Pruebas realizadas a 18 paquetes de lasaña de carne vendidos por la compañía Findus mostraron que 11 contenían hasta 100% de carne de caballo. [La disección del escándalo de la carne de caballo].

Y, siguiendo con la campaña para alejar a la gente del problema real vemos que aparecen en infinidad de medios maravillosos artículos sobre lo buena que es la carne de caballo. [Ejemplo:  Los beneficios de la carne de caballo].


EL PROBLEMA DEL FRAUDE DE LA CARNE DE CABALLO (sin paños calientes)

Este fraude del que se desconoce desde cuando se ha venido realizando esconde un problema mayor: no sabemos lo que nos venden.

A pesar del mensaje imbuido en nuestros cerebros por medio de la publicidad de que las grandes empresas realizan constantemente exhaustivos controles de calidad para cuidar la salud de sus clientes la cruda realidad muestra que no es así. Las grandes empresas quieren ganar dinero. Naturalmente que cuidarán que no haya bacterias que puedan matar pero la industria alimentaria se especializa (en general) en abaratar costes para aumentar beneficios.

En medio de todo esto están también los grandes desconocidos, los supermayoristas de materias primas. En el caso que nos ocupa los intermediarios que venden enormes cantidades de carne a las grandes multinacionales del producto procesado.

Resulta que la carne de caballo ha sufrido un desplome en el precio. Por tanto, hay una oportunidad de negocio real. Y de manera similar a los cárteles de la droga que van cortando la cocaina con otros compuestos químicos la industria de la carne parece que se comporta igual.

Cuando hablamos de cientos de toneladas de carne conseguir meter carne más barata en el lote cobrándola como vacuno supone una tentación irresistible. ¿Cuántas veces se habrá hecho esta operación sin que haya transcendido?

Ya no hablamos de prácticas como inyectar productos químicos a la carne para que retenga agua (en los congelados es práctica habitual) o atiborrar de productos químicos a los propios animales para que aumente su peso o crezcan más deprisa. Hablamos lisa y llanamente de algo extremadamente fácil: meter carne de especies más baratas en lotes de carne cuyo precio es superior.


NO NOS DESPISTEMOS

Algunos gobiernos intentan echar balones fuera. Pero este fraude puede esconder un problema incluso más trágico. De ahí que ninguno se atreva a decidir que esa carne se done a bancos de alimentos (¿no quedamos en que la carne de caballo es muy buena?).

Si no teníamos ni idea de que la carne de una especie se adulteraba con carne de otra especie ¿cómo podemos saber de qué manera y en qué condiciones se criaban esos caballos destinados a perpetrar un fraude?

¿Fueron tratados con fenilbutazona (cancerígeno) u otros productos? Sería fácil saberlo pero apuesto a que nunca se dirá nada al respecto.

O, acaso, ¿esperamos que una carne barata destinada a un fraude sea producida mediante prácticas medio dignas para con los animales o libres de manipulaciones químicas innombrables?

Lo cierto es que no ha habido ningún control exceptuando el que finalmente destapó (a medias) el asunto, cuando ya los productos llevaban tiempo en el mercado.

Insisto, esto es la punta de un iceberg. Las autoridades sanitarias persisten en el engaño defendiendo siempre los intereses de los grandes capitales.

La ciudadanía está desamparada.

Solo restan acciones inteligentes:

Si consumes carne compra solo carne ecológica certificada que garantiza la no utilización de medicamentos en la cría y un trato digno a los animales.
Fuera de esto hay un mundo oscuro, mercantilizado hasta la náusea y habitado por gentes sin escrúpulos a los que les importa una mierda la salud y el bienestar de la población en general. Gente que, muy probablemente, no consuma sus propios productos.

EPÍLOGO

Comprendo que haya quien me critique aduciendo que hay muchas empresas honradas. No lo niego.   Pero conozco suficientemente el mundo de la industria alimentaria como para haberme decidido hace ya muchos años a consumir prioritariamente alimentos ecológicos.

Alguna gente me dice que, de todas formas, todos moriremos alguna vez. También es cierto. Pero, sinceramente, no pretendo vivir más sino intentar vivir en condiciones aceptables cualquiera que sea la extensión de mi vida. Y, por lo pronto,  hasta donde puedo saber*, una gran cantidad de prácticas habituales de la industria alimentaria no ecológica parece incompatible con esa premisa.

Por último (y no menos importante para mi) el trato indigno a cualquier especie animal también me parece incompatible con el objetivo de avanzar hacia un mundo mejor.

Ojo, el siguiente video muestra algunas prácticas de la cría de caballos para carne en Argentina. Muestra algunas imágenes que pueden herir la sensibilidad.




* El autor de este artículo es licenciado en medicina y cirugía, especialista en bioquímica y ha colaborado en numerosas investigaciones sobre productos químicos y sus interacciones con diferentes rutas metabólicas, envejecimiento y funciones cerebrales. [Esta nota no tiene otra pretensión más que indicar que, aún no sabiéndolo todo ni mucho menos, algo sabe del asunto]


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