Aún hay personas a las que esta noticia le parecerá una tontería. Pero no olvidemos que la insensibilidad hacia el mundo que nos rodea (no solo nuestra especie) es una de las bases que sustentan la degradación del medio en el que vivimos. Finalmente, cualquier desatino que cometemos con el planeta o cualquiera de sus partes, termina llegando a nosotros multiplicado.
No es trivial. Ser conscientes de que otras especies, por insignificantes que nos parezcan, también sufren cuando les producimos dolor o las hacemos vivir de una forma antinatural también redundará en nuestro propio bienestar. Si, puede parecer egoismo, al fin y al cabo... pero es bueno saber que no tenemos ningún derecho moral ni de otra índole para maltratar a especie alguna. Y eso debiera incluir también a los vegetales y la tierra.
La conciencia de que estamos en la misma nave, dando vueltas alrededor de un estrella; la conciencia de que todos los seres vivos tenemos derecho a una vida digna; es un paso imprescindible para evitar el desastre que estamos construyendo.
Cierto es que no podemos obligar a nadie a comer de una forma o de otra. Nuestra naturaleza exige que alimentemos el cuerpo para vivir. No es posible evadir este intercambio, sea cual sea su forma. Pero aún nos es posible considerar con agradecimiento a cualquier criatura (animal o vegetal) que utilicemos como alimento. Como mínimo, proporcionándole hasta entonces una vida tan digna y agradable como la que quisiéramos para nosotros estando en su lugar.
La misma vida que se expresa a través de un cuerpo humano también lo hace a través de todos los demás.
Y ahora, el tema:
Se ha encontrado una evidencia científica de que los crustaceos sienten dolor y después tratan de evitarlo, según se publica en el Journal of Experimental Biology.
Bob Elwood, de la Universidad de Queen, en Belfast, expresa:
No podemos saber lo que ocurre en la mente de un cangrejo. Pero sí se puede afirmar que su comportamiento va más allá de una simple respuesta refleja directa y se ajusta a los criterios de lo que definimos como dolor.
El dolor es una experiencia subjetiva y su estudio en animales, especialmente en los invertebrados, no es fácil. Pero el Dr. Elwood diseñó un experimento para evaluar como los crustaceos responden a situaciones potencialmente dolorosas.
En el estudio inicial se eligieron Carcinus craenas, un tipo de cangrejo que durante el día se refugia en lugares oscuros, bajo las piedras, para evitar ser comido por las gaviotas.
Los investigadores colocaron cangrejos en arena y estudiaron su respuesta a descargas eléctricas. La zona del experimento estaba brillantemente iluminada y los cangrejos tenían la posibilidad de refugiarse en dos lugares oscuros.
La mitad de los cangrejos recibieron una descarga eléctrica en el primer refugio que eligieron.
Conmocionados regresaron a la zona iluminada y, al rato, la mayoría de ellos volvieron al mismo refugio en el que recibieron el choque eléctrico.
Los que tomaron esa decisión volvieron a recibir un choque eléctrico. Pero ahora, la dolorosa experiencia tuvo un impacto sobre su comportamiento futuro.
Los cangrejos que recibieron el choque eléctrico fueron, a partir de ahora, más propensos a cambiar de refugio que los que no habían pasado por la experiencia. Según el profesor Elwood: solo dos experiencias dolorosas produjeron un cambio significativo en su comportamiento. Salen de un lugar deseado (un refugio oscuro) hacia la luz, que es un ambiente peligroso para ellos.
Los crustaceos fueron colocados en la arena ocho veces y, aunque no hubo más choques eléctricos, continuaron evitando el refugio en el que habían ocurrido.
Otro estudio del mismo equipo científico reveló que las gambas y los cangrejos ermitaños también muestran un comportamiento coherente con lo que es nuestra percepción del dolor.
CONCLUSIONES RAZONABLES
El profesor Elwood dice que actualmente no hay regulaciones para proteger el bienestar de estos animales y, en concreto, se refirió a las prácticas de algunas industrias pesqueras que arrancan las patas de cangrejos vivos antes de volver a arrojarlos al mar.
Uno ve estas prácticas y debería preguntarse si es razonable. Incluso si se resiste a creer que estos datos son sugestivos de que estos animales viven la experiencia del dolor... ¿vale la pena imponer esto a miles de millones de animales cada año en todo el mundo?
Independientemente de si las autoridades en seguridad alimentaria clasifican a un ser vivo como sensible (no es el caso de los crustaceos, aún) la razón nos invita a tratar a cualquier ser vivo con la mayor dignidad y evitar en todo lo posible su sufrimiento.
La totalidad de esos seres vivos, grandes o pequeños, ya vivían en este mundo antes de que existiese alguna especie que pudieramos clasificar como humana.
Ojalá pensemos en ello.
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